jueves, 29 de julio de 2010

DE SÚPER-HÉROES Y PATRIOTEROS (Felices Fiestas)

La culpa de todo la tiene el himno nacional. Estoy convencido. Esa es la respuesta a la pregunta que, durante décadas, se han hecho desde lo alto de sus observatorios, nuestros más sesudos teóricos de la derrota: ¿Por qué perdemos siempre, los peruanos? Más de un patriotero lector dirá que no es verdad. Que, a veces, también ganamos. Bueeeno. Habrá que agarrar una lupa y echarse a buscar cuándo. Lo cierto, lo inmisericordemente cierto es que, en nuestro querido Perú, nada resulta más insólito, más sospechoso, más desdeñable que una victoria. Lo cotidiano, lo atmosférico, lo normal es el fracaso.

Pero la suerte no tiene nada qué hacer en el asunto. Tampoco Dios. Aunque si es cierto que Dios es peruano, ahora se entiende por qué el diablo le anda ganando por goleada. Perder es una tradición peruana, una danza típica, un deporte nacional. Perder, qué duda cabe, es lo que mejor nos sale. Y si comencé diciendo que en la letra del himno estaba la solución al insondable enigma del fracaso fue porque sólo en un país de perdedores olímpicos, históricos, congénitos, es posible imaginar que, desde chiquitos, nos enseñen a entonar, la mano al pecho y con genuino pundonor, un himno que, por lo menos, en la primera estrofa -que alguna vez cambiaron por la sexta- más parece la canción de gesta de alguna oscura sociedad de masoquistas.¿Qué éxito futuro deberíamos esperar quienes, desde que tenemos memoria, cantamos orgullosos que somos peruanos OPRIMIDOS que arrastramos cadenas OMINOSAS?, ¿qué seguridad en nosotros mismos podremos tener, (y, sobre todo, para qué),si somos seres CONDENADOS a una cruel SERVIDUMBRE?, ¿qué derechos podemos exigir si nos han enseñado -no a protestar- sino a largo tiempo EN SILENCIO GEMIR?, ¿qué lamentable nivel de autoestima alcanzaremos si, siempre terminamos cambiando audacia, coraje, agallas, huevos, valentía por indolencia de ESCLAVO (¡!),es decir, manotazo de ahogado, pataleo de ahorcado, recurso último del infortunado que tiene, como aspiración máxima, no ganar, ni siquiera empatar sino, con las justas, levantar la HUMILLADA CERVIZ? A ver, quitémonos la escarapela un momentito. ¿Es o no es ésta una canción escrita a la medida de un pueblo predestinado a perder por toda la eternidad?

Vecina: si usted creía vivir en La Victoria, desengáñese,usted vive en La Derrota.Si usted creía residir en el pujante distrito de Villa María del Triunfo, ubíquese, en realidad es usted moradora de Villa María del Fracaso. Y así, Nueva Esperanza debería llamarse Nueva Decepción y el departamento de La Libertad, La Condena. Es triste, pero es así. Y más vale que lo vayamos asumiendo. Sin ánimo de someterlos a un ejercicio de autoconmiseración, los invito cordialmente a efectuar un somero inventario de derrotas. Veamos: cuando fuimos indómitos incas nos sacaron la recontramadre los españoles: mataron millones, se llevaron todo, nos reventaron. Mejor no acordarse. Después vinieron los chilenos que poco después de que Grau rescatara a los náufragos de la 'Esmeralda',(¡Viva el Perú generoso!),nos pasaban por encima en el arrebatado Morro de Arica del que Alfonso Ugarte, uno de nuestros héroes máximos se suicidó, para ejemplo de futuras generaciones. ¿Estoy siendo demasiado pesimista? Revisemos nuestros monumentos, ¿quiénes son los grandes hombres del Perú?: San Martín, argentino. Bolívar, venezolano. Sucre, también. Jorge Chávez, casi francés, dicen que ni hablaba bien el castellano. Antonio Raimondi, el insigne sabio que recorrió todos los confines del Perú, italiano. El descubridor de nuestro máximo orgullo,Machu Picchu, fue Hiram Bingham, estadounidense. El otro sabio obsesionado con el Perú, Alexander Von Humboldt, alemán. La estudiosa de las líneas de Nazca, María Reiche, alemana también. El autor del ferrocarril más alto del mundo fue Henry Meiggs que era inglés. Y, el colmo, como no podía ser de otra manera, también tenemos Plaza Pizarro, con estatua ecuestre todo.¿Habrá Plaza Atahualpa en Madrid? ¡Plaza Pizarro! Como si los judíos, en Israel, le hicieran una plaza a Adolfo Hitler, más o menos.

Todos los triunfos peruanos que usted recuerde, siempre tendrán que ver con algún extranjero. Y no sólo en la historia, en lo que quiera.¿La selección peruana de fútbol de México 70? Didí, brasileño. ¿La de España 82? Elba de Padua Lima, Tim, brasileño también. ¿El mayor goleador del campeonato local? Eduardo Esidio, brasileño ¿Las chicas del vóley que casi ganan la medalla de oro en Seúl? Man Bok Park, coreano. Ahora hagamos el mismo ejercicio al revés.Piense el lector en peruanos exitosos, por no decir, peruanos universales :Mario Vargas Llosa, Claudio Pizarro, Ñol Solano, Javier Pérez de Cuéllar, el que usted quiera. No se tarde tanto que muchos no son. Ahora, póngase la mano al pecho y dígame con franqueza:¿dónde viven?, ¿dónde triunfan?, ¿dónde son queridos, respetados y admirados? ¡En el extranjero! ¿Entonces?, ¿de qué nos sorprendemos cuando nos vuelven a ganar?,¿qué tiene de extraño? Si aquí la derrota es una vocación, una costumbre, un estilo de vida. A mí,el fútbol me importa un pepino, pero en cada nueva hecatombe de domingo, cada vez que vuelve a jugar la selección, ver las caritas desencajadas de los hinchas arrastrando por los suelos sus banderas, luciendo sus conmovedores polos Chorri Style y esos lamentables gorritos de polichinelas con las puntas ya todas fláccidas a fuerza de tanto perder, se me salen las lágrimas. Me parten el alma. Dice Toño Cisneros, el poeta, en su Crónica de Lima, algo así como que el aire de aquí siempre terminará haciendo que todos tus proyectos, todos tus sueños se oxiden sin remedio apenas asomen los pelos, la cabeza.¿Exagera el aeda en su lírico fatalismo? Ni un poquito. Tiene razón, maldita sea, tiene razón. Y la culpa la tiene el himno, no se olviden. Que sigan los éxitos, compatriotas.
 
(EXTRACTO DEL LIBRO "MIS QUERIDOS VÁNDALOS")

domingo, 25 de julio de 2010

Q.E.P.D

Hace unas horas acabo de llegar de mi querida Cañete y he comprobado que hay muchos que quisieran que me olvide de ellos. Que un virus me tragara. Que me muriese en el acto frente al aplauso eufórico de quienes critico de gratis. Por ello, y solo de mentiritas quise ensayar cómo será ese día en que metido en un ataud (de saco y corbata seguramente) estaré mas frío que discurso de la Montoya. Cuando eso suceda, asegúrense de clavar bien el cajón, no me vaya a salir.

Recuerdo con nostalgia mi primer viaje, mi primera borrachera, mi primera hembrita, mi primer sueldo, mi primer despido y mi segunda renuncia. Como estoy, sólo queda recordar las buenas épocas, mientras ustedes creen que acompañándome unos minutos desde lejos contribuyen en algo. No. Amigos, las palabras de aliento no bastan. Las poses de buena gente y los lloriqueos fingidos no cuentan. Nadie podría, por más que quisiera, hacerme las tabas en esto.


Despues de estar así con "La novia del mundial", puedo morir tranquilo

 
Sabrán disculpar mi silencio. El que no pueda agradecerles nada de lo que (recién ahora) hacen por mí. Que ya no interese lo mucho y muy bien que opinen de este pechito. Este lugar al que ahora pertenezco, no me permite decirle nada. No me deja y sospecho que no me dejará en adelante. Ya ni modo.

He tenido que dejar mi confortable cama king size. Mi computadora personal con miles de fotos de calatas. Mis polos chimbombos recién comprados de oferta en Ripley. A mi novia. Mis ahorros y a mi fiel perrito Balto. Mi preciada colección de Play Boy. Ya no podré disfrutarlos más. Quisiera en este instante – creo que con todo derecho - ponerme a llorar, gritar, rezar, maldecir, quejarme de lo pésimo que se siente; pero ya ni eso puedo. A la mierda todo, claro.

De qué valió tanto esfuerzo. Tanta lucha. Tanto sacrificio. Tanto estudiar. La vida siempre terminará siendo irremediablemente corta para hacer todo lo que uno quiere. Sin ganas ni fuerzas me reclamo severamente por no escribir ese libro. Por no lanzarme en parapente. Por no abrazarte fuerte mientras pude. Por no dejarme el pelo largo y olvidarme de ese tatuaje en el brazo. Por no esforzarme en escribir mejor. Por no poder quitarme ese natural desprecio por la vida. A decir verdad, por no encontrar respuestas a las miles de preguntas y más preguntas, que nadie podrá resolver llegado el momento.

No existe hasta hoy, nada que pueda remediarlo cuando sientes que lo has perdido todo. Que nada tiene sentido. Cuando todos los que dijeron algún día admirarte, hoy sólo te tienen pena. Cuando te das cuenta que tus amigos y familiares solo aparecen cuando te ven realmente jodido. Cuando todos los que uno vez te abandonaron aparecen en fila india y con cara de yo no fui, sin que nadie los llame.

Antes de terminar quiero agradecer a mis amigos por sus consejos machistas, por las miles de noches de alcohol. Gracias, también por los préstamos que nunca devolví, ojo: porque nunca me los cobraron. Gracias Mamá por tanta paciencia y tanto amor; y tanto de todo. Gracias hermana por intentar hacerme sonreir siempre, aún sabiendo que no lo conseguirías. Gracias Balto por enseñarme, sin querer, lo que es la verdadera libertad. Gracias a ti también, por soportarme tanto y por querer mucho a este caso perdido. Gracias a todos por tantos momentos inolvidables. Debería mencionar a muchos más pero la lista es larga y el espacio demasiado poco. Como todo.

He escrito esto para que se enteren que no estoy sumergido en el fracaso. Ni sumido en la desesperanza. Tampoco en la terrible depresión. Daría absolutamente todo por volver a ser el de antes, pero no se puede, no se debe. Les escribo desde mi soledad. La absorta y temible soledad a la cual, más temprano que tarde debo acostumbrarme. La que sentirás algún día también. Tuve que dejar todo y a todos. Perdónenme la ausencia y es que desde un ataúd mucho no se puede hacer. Amigos, sabrán disculpar ustedes el porqué de mi silencio.